
Dios puede y hace honor a la más simple de las oraciones. Nos escucha y nos responde cuando simplemente susurramos el nombre de Jesús.
Una historia sobre un misionero que introdujo el evangelio a un grupo de personas muy primitivas ilustra esto.
Cuando el misionero dejó la tribu primitiva a la que había tratado de ministrar, no sintió que su tiempo allí contara como un gran éxito. Debido a los desafíos del lenguaje, solo había logrado enseñarles el Padre Nuestro; e incluso entonces, no estaba seguro de que tuvieran ninguna idea de lo que decían o de lo que realmente signifícaba.
Algunos años más tarde, el misionero regresó a ese campo misionero para encontrar que los nativos eran gente alegre que prosperaba, floreciendo, y eran muy fieles al único Dios verdadero y su adoración a Él. Cuando los oyó orar, se sorprendió al escuchar su recitación de lo que ellos pensaban que era la oración del Señor.
Lo que había enseñado en aquel entonces, había sido enseñado a la siguiente generación, que a su vez se le había enseñado a sus hijos.
Para el viejo misionero, la oración le sonaba muy diferente de lo que les había enseñado.
Estas personas repetían sílabas que creían haber oído, palabras que no sabían en un idioma que entendían.
Lo que decían eran sílabas de palabras que no existían. Seguramente no entendían lo que estaban diciendo. Pero a pesar de que sus palabras no eran perfectas, que no oraron en la postura “ideal” (lo que eso pueda ser), que no incluyeran la especificidad de las peticiones, y que no oraran con lo que algunos consideran un “nivel aceptable” de seriedad e intensidad, Dios los honró y prosperó.
Por lo tanto, ora, examina tus motivos, pide perdón, recibe misericordia y perdona a otros.
Niégate a ceder a la negatividad, elige la fe, muéstrate dispuesto a hacer algo, da gracias a Dios por adelantado, y luego imagínate recibir las respuestas a tus oraciones.
Abstente de algo hasta que recibas tu respuesta. Sé bueno y trata a todos con amor. Cree en la capacidad de Dios y su deseo de darte los deseos de tu corazón,¡confiando en que Él, en primer lugar, puso esos deseos más profundos en tu corazón! Y date cuenta que, aunque no hagas todo perfectamente, Dios te oye y conoce tu corazón.
Al enfocarte en estas acciones claves en tu vida de oración, verás la bondad de Dios en la tierra de los vivos--¡eso es aquí en la tierra, en el curso de tu vida!
Que Dios te bendiga excesivamente, abundantemente por encima y más allá de todo lo que puedas pedir, esperar o imaginar.